Las tres amigas: Teresa, Clara y Catalina
Dra. Carolina Narváez
Tres Guineas y Escritos de Mujeres, IISUE-UNAM
Las amistades intangibles son una figura que nace de mí a partir de experimentar el sentimiento que me produce leer a otras del pasado. He percibido que al leer una verdad escrita por otra se han resuelto incógnitas que consideraba imposibles, he percibido como al producirse una sensación de espejo me reflejo en aquella otra que me da medida: la amiga, y también, la maestra. Al ver su grandeza me es cercana y posible la mía. La necesidad que surge de darle lugar a esta experiencia, también, es trazada a partir de mis lecturas de monjas novohispanas. Muchas de ellas remiten a ideas que han heredado o que consideran pertenecientes a su genealogía femenina: beguinas, beatas, monjas, iluminadas y místicas. He de recordar a Sor María Coleta una monja oaxaqueña que en una inspiración refiere el misterioso verso de Teresa de Ávila “vivo sin vivir en mí”
…Porque se me juntaba con tan grandes ansias, que paresía se me salía el alma; me duraron las lágrimas sería asta las nueve. Aunque an pasado otras cosas de ablas, no puedo ponerlas porque esta cosa que ahora siento no me da lugar, porque sobrepasa a todo cuanto me pasado siempre, pues bibo sin bibir en mi…Dios me guarde su bida muchos años, Hija que en Jesús le ama, Sor María Coleta.[1]
El relato de Sor Coleta es conmovedor, se sale el alma pues en la emoción o ansia que le produce la Divina Presencia pierde las palabras, no hay lugar para la descripción. Sin embargo, es a través de lo dicho por Teresa de Jesús que encuentra una manera de decir lo que ha nacido en el silencio y parece no traducible. Sor Coleta leyó esta maravillosa poesía lírica dejada por Teresa, en quien ella depositó su experiencia:
Vivo sin vivir en mi
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero
Que muero porque no muero.
Aquesta divina unión
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón.
Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero
que muero porque no muero…[2]
He considerado las amistades intangibles como un soporte al alma y he visto el efecto inmediato que tienen. Considero que, si diéramos lugar al sentimiento producido en esta relación, la imaginación se nutriría y lograríamos enlaces impensables e inauditos como los que solo pueden resultar del pensamiento libre de una mujer.
La amistad intangible puede, en todo caso, solo surgir frente a un libro vivo, referencia que ha hecho la historiadora María Milagros Rivera en la que plantea que, un libro vivo está lleno de profecías, un libro con vida: “tiene vida porque no está hecho de letra muerta y aburrida sino de esa cosa maravillosa que va constituyendo cada existencia”.[3] Así que las mujeres reconocemos un libro vivo cuando se despliega ante nosotras, pues la experiencia de sentir a otra en una enunciación real y verdadera llena de sentido nuestra obra.
El ejemplo que ahora mismo me acompaña es la amistad entre Teresa de Jesús, Clara de Asís y Catalina de Siena como la expresión de un milagro “gracias al cual un ser humano acepta mirar a distancia y sin acercarse a ese ser que le es tan necesario como el alimento”.[4] Aquel ser se mira en la distancia y en la cercanía, se acoge en un espacio nacido para que llegue la amiga. El espacio nacido en mí, propicia sentirme capaz de reconocer en otra lo que anhelo para mí, y así admirar y no envidiar, aprender y pulir. El espacio que nace en mí y da lugar a otra, es también, la duda o el temor frente a un camino recién descubierto, ¡la iluminación! el sitio que nace y permite el reconocimiento, es, también, la experimentación de la piedad, a la manera de María Zambrano; un sentimiento de heterogeneidad del ser y la sabiduría para tratar con ese misterio.[5]
Es profundo aquello que he visto nacer en mí y en Teresa al mantener un estrecho vínculo con Clara y Catalina. De igual manera, siento que hay una simplicidad en la amistad, evidencia de lo hermoso y de lo que propicia en cada una, por tanto, de lo manifiesto. Una posible locura que te valida y te permite estar enunciada, dicha. Es esa la amistad en la que esculpo todos los días, aquella en la que no me cincelo para agradar y en la que me complace saber que a mi amiga deleito; pues no hay otra atrás de mí.
La poeta Nahui Olin, en su poemario Tierna soy en el interior, recoge un poema titulado “Cuando estoy cerca de mis amigas”. Nahui relata un goce, un arrebato misterioso que la restaura en donde ella recibe y ofrenda:
Completamente
Reflorecida
de
mi
juventud
soy
como
una
diosa
poseída
por la
locura
que
se ríe
de las desgracias
de la vida
que olvido
y
me
río
poseída
por la
locura
como
una
diosa
colocada
en
la vida
para embellecer a mis amigas
y
se
dice
que
yo
tengo
encerrados
en
mis
ojos
misterios
de países
nuevos
que
tienen
risas
placeres
reflorecidos
en mi juventud
que me convierten
en una diosa
poseída
por la
locura
que
se ríe de las desgracias
de la vida
cerca de mis
AMIGAS. [6]
El término Amistad intangible, surge en mí, a partir de considerar las relaciones de profunda entrega que nacen con mujeres del pasado. Relaciones que significan y dan lugar en el mundo, lugar en el que se origina y en el que se concibe. Una amistad nacida a través de la escritura y de la lectura, amor que crea lazo entre creadoras y que a manera de circuitos espirituales y misteriosos dejan nacer una relación. En una amistad intangible se vive una doble creación; no solo porque la mujer que lee a otra encuentra medida y ejemplo, sino, además, porque la creación se percibe acompañada, asistida; nace una relación mientras se desprende un fruto.
Teresa vivió entrañables e intangibles amistades con Clara de Asís y Catalina de Siena. Dos mujeres que han dejado huella en la vida espiritual de occidente, pero, que, sobre todo, han sido sostenedoras de una tradición de espiritualidad femenina que habla y actúa en consonancia de Amor, del vínculo, de la circularidad de la unión emocional, espiritual y afectiva. Mujeres de grandes obras que tuvieron en su horizonte una conciencia clara de emisión y genealogía femenina.
Intento mostrar que la percepción sobre la distancia que se marcó entre estas tres mujeres, se vuelve otra en la mediación con lo intangible. El trecho percibible entre un siglo y otro solo es capaz de ser recorrido si nace el milagro del encuentro, de la afectación que produce la escritura y la experiencia de otra que se muestra, aparentemente, lejana. El distanciamiento que existe entre Clara, Catalina y Teresa es proximidad que se funda como amistad intangible, reconociendo en otra, obra viva y lección imprescindible.
Teresa y Clara: apuntes sobre una amistad
Clara de Asís había nacido en el siglo XII en Italia en 1193 o 1194 y había fallecido en 1253, la labor que desempeñó como fundadora de las religiosas franciscanas le ha dado el atributo de ser la primera mujer que redactó una regla escrita que ha aprobado la iglesia.[7] Durante 40 años Clara fue la superiora del convento de San Damián, escribió una forma de vida en la que insistió en la pobreza y que fue la base para la regla que ella misma redactó con posterioridad (1247-1252), adaptación para las religiosas de la regla franciscana. Regla basada en el evangelio y no el cúmulo de preceptos que para entonces la iglesia estipulaba.
Santa Clara le enseñó a Teresa a esforzarse, a continuar lo comenzado. Bajo el apoyo de ella y de lo escrito en la Regla que soñó, Teresa compaginó su ideal de comunidad tiñéndolo de la experiencia que Clara de Asís había ya consignado en su regla. En el Libro de la vida (33,13) Teresa se refiere a Santa Clara así:
El día de Santa Clara, yendo a comulgar, se me apareció con mucha hermosura. Díjome que me esforzase y fuese adelante en lo comenzado, que ella me ayudaría. Yo la tomé gran devoción, y ha salido tan verdad, que un monasterio de monjas de su orden, que está cerca de éste, nos ayuda a sustentar; y lo que ha sido más, que poco a poco trajo este deseo mío a tanta perfección, que en la pobreza que la bienaventurada Santa tenía en casa, se tiene en ésta y vivimos de limosna; que no me ha costado poco trabajo que sea con toda firmeza y autoridad del Padre Santo, que no se puede hacer otra cosa, ni jamás haya renta. Y más hace el Señor, y debe por ventura ser por ruegos de esta bendita Santa, que sin demanda ninguna nos provee Su Majestad muy cumplidamente lo necesario. Sea bendito por todo. Amén.[8]
Santa Clara es sentida por Teresa como protectora, mientras que es vista como guía. El soporte que le da conocer las condiciones en las que vivió Clara, ayuda a Teresa a no decaer y a confirmar que el camino de bienaventuranza esta ya trazado. La obra de Clara le ínsita a una fe viva. Es justamente en la regla de Clara de Asís donde descansan algunos señuelos que Teresa de Ávila va a retomar para su obra.
Teresa y Catalina: dos amigas lejanas en el tiempo
A Teresa de Ávila le llegaron ecos de la leyenda de Santa Catalina de Siena. Desde muy pequeñas habían tenido experiencias místicas que las condujeron a una práctica de oración y gusto por la soledad. Seguramente Teresa conoció de la voluntad férrea de Catalina al no admitir el destino que su padre pretendía para ella: resistirse frente al matrimonio cortando su melena y ensimismándose cada vez más, acto que resultaría para Teresa motivo de admiración. Catalina es una luz para Teresa, cuando aparece el conflicto, la invoca y le pide soporte.
La obediencia es trasmitida por Catalina como una gran protectora, es, además, una guiadora. De la obediencia se desprende la humildad, guardiana de los males que afectan al corazón humano: la envidia y la calumnia. Teresa inició su obra renovadora a sus 47 años, después de haber conocido el rigor del claustro y la libertad ofrecida por los votos; mientras tanto Catalina trabajó fuerte siendo muy joven dejando un legado importante pero mucho menos abundante que Teresa, Catalina murió a los 33 años mientras que Teresa lo hizo a los 67. Pese a las diferencias territoriales y de edad, Teresa no dudó en mirar a Catalina, su juventud no fue motivo de duda, le permitió reconocer la fuerza de otra que en circunstancias, tal vez más difíciles, había llevado a cabo su intención de perfección.
Teresa reconocía en Catalina verdad, experiencia y palabra llena de veracidad, esto permitió el nacimiento de una amistad intangible, la experiencia de sentir a otra en una enunciación real y verdadera. La confianza acrecentada en Dios experimentada por Teresa, le permitió salir a fundar, después de muchos años de una relación contemplativa y de quietud que también traía consigo estabilidad. Teresa hizo frente a la calle, los caminos sinuosos, el bosque, el calor, la gestión y lucha por los recursos con la palabra que argumenta y sostiene actos, además, de con una vida interior explorada y reconocida por sí misma.
[1] Cartas de Sor María Coleta, CDMX, Archivo General de la Nación, indiferente virreinal, Caja 6340, exp. 005, carta 15 [96v] [44v]
[2] Teresa de Jesús, Obras completas…op.cit., [Poesías págs.: 1177-1178-1179]
[3] María Milagros Rivera Garretas, Teresa de Jesús, edición bilingüe, editorial Sabina, 2014, pág. 29
[4] Simone Weil, La amistad pura, op.cit., pág. 99
[5] María Zambrano, Para una historia de la piedad, Aurora: papeles del seminario María Zambrano, 2012, págs. 64 a 72.
[6] Nahui Olin, “Cuando estoy cerca de mis amigas” en Tierna soy en el interior, editado por: Patricia Rosas Lopátegui, Nahui Olin Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2011, págs. 109-110. Vale la pena aclarar que no hay error en la forma como está escrito el verso. Nahui jugaba de maneras sorprendentes con la forma y la imagen de su poesía.
[7] Sor Ma. Victoria Triviño Monrabal, OSC, Balague (Lleida), “El libro que da forma a la vida claustral: la regla de Santa Clara, en los 800 años de la fundación de las clarisas (1212-2012), pág. 427, Tomado de: https://dialnet.unirioja.es.
[8] Teresa de Jesús, Libro de la Vida en Obras completas, director, Alberto Barrientos, 3 edición, Editorial de Espiritualidad, Triana 9, Madrid-16, 1984, pág., 232.